domingo, 19 de diciembre de 2010

Esa mujer, militante desde los tiempos de la resistencia

Hace unos meses atrás recibimos en nuestra casa la visita de Leonor, asi de sorpresa, como suelen ser las visitas compañeras, que no necesitamos dar una cita ni avisar cuando queremos compartir un rato para conversar, conocernos y charlar sobre lo que nos apasiona, la militancia, el Peronismo, la Historia...
Asi de sorpresa llego Leonor, con su extraordinaria vitalidad, con una fuerza y alegría que contagia.
Quienes la conocimos en esa ocasion jamás olvidaremos esa mañana!!
Gracias Leonor por tu generosidad, tu compañerismo y por mantener las banderas en alto.




Compartimos la nota publicada este domingo en EL DIARIO de Paraná

ESA MUJER, MILITANTE DESDE LOS TIEMPOS DE LA RESISTENCIA




La compañera Leonor von Wernich (foto :Jose Carminio)


Fue la compañera de Julio Troxler, un referente histórico de la lucha contra la autodenominada Revolución Libertadora, que salvó su vida milagrosamente de los fusilamientos de José León Suárez y terminó asesinado por la Triple A. A los 91 años, la mujer no descansa. En una charla con EL DIARIO recorrió algunos momentos de aquella historia y también de su relación con el cura que vivió en Concordia, condenado por crímenes de lesa humanidad.


|Juan Cruz Varela

La mujer habla rápido y salta con mayor velocidad de un tema a otro. A los 91 años tiene la vitalidad de pocos y discute con total desparpajo. Calza un equipo deportivo y lleva el cabello rubio bien arreglado. Cada gesto resalta aún más sus ojos grandes y dejan ver un celeste luminoso.
Aunque su apellido mueve los recuerdos hacia otro lado, Leonor von Wernich es la viuda de Julio Troxler, ícono de la resistencia peronista y uno de los sobrevivientes de la operación masacre de 1956. “Somos parientes con el mamarracho ese”, dice refiriéndose a Christian von Wernich, el ex capellán de la Policía Bonaerense que purga una condena por crímenes de lesa humanidad. “Su abuelo y el mío eran hermanos. Nosotros somos primos, pero nunca tuvimos trato, por suerte. ¡Y lo que he luchado contra ese desgraciado!”, exclama.
Llegó hace una docena de años a Paraná y hoy vive con una cuñada. En el camino quedaron Rodolfo y Milena, sus hermanos, hijos de Dora Ponce de León, maestra de oficio, y Federico, un padre ausente.

RESISTENCIA. “A Julito lo conocí en la cárcel de Olmos”, cuenta. “Nosotros teníamos un grupo de compañeras con las que visitábamos a los detenidos políticos que estaban solos. Un día fuimos a visitar a John William Cooke y él me dijo que había compañeros presos políticos, que no tenían familiares, entonces a mí me pusieron como visitante de uno de ellos. Ahí lo conocí. Lo sacaron del pabellón, lo trajeron a un salón y conversamos un rato”, rememora.
Era el año sesenta y pico y Troxler, Julito, como lo llamará a lo largo de toda la charla, ya era un sobreviviente. Vivía clandestino entre Bolivia y la Argentina desde que salvó su pellejo de la masacre ordenada contra un grupo de militantes peronistas que se había levantado contra la autodenominada Revolución Libertadora y para restituir a Perón.
Leonor ya habitaba la casa que luego compartirían, en calle Julio Argentino Roca 1444, en Vicente López, la misma a la que ahora quieren renombrar como Julio Troxler. Su madre le había inspirado la pasión peronista. “La mujer estaba desprotegida por completo en ese tiempo y ella empezó a escuchar a ese militar, hasta que comenzamos a tomar contacto con unidades básicas y con militantes peronistas”.
La segunda vez que vio a Troxler fue en su casa. “La situación era comprometida. Julito y sus compañeros estaban clandestinos y las familias los acogíamos en las casas. A mí me tocó recibirlo y empezamos a tener más intimidad, hasta que finalmente formalizamos”.

MILITANCIA. No toma café, pero ahora lo hace para hacer honor a quien está de visita. “Lo que estoy perdiendo un poco es la memoria”, dispara cuando algún dato le hace una finta y huye de su relato. Entonces cambia de tema. En ese ir y venir dialéctico llama la atención la permanente utilización del “tu” para hablarle a su interlocutor.
–¿Cómo era la militancia en los tiempos de la resistencia?
–Yo militaba fuertemente en la rama femenina, en un grupo que se llamaba Montoneras de Perón; actuábamos en unidades básicas y en todo lo que hiciera falta. Además, había un grupo de intelectuales que conformaban el gran consejo coordinador del peronismo revolucionario, entre los que estaban Andrés Framini, que era secretario general de la Asociación Obrera Textil y llegó a ser electo gobernador de Buenos Aires en 1962, cuando el peronismo estaba proscripto; Raimundo Ongaro, que representaba a los trabajadores gráficos; y el escritor y político Juan José Hernández Arregui, que también nos guió mucho en esta lucha, sobre todo por la reivindicación de una conciencia nacional. Por esas luchas varias veces nos metieron presas y otras tantas nos allanaron, pero nunca nos torturaron.

DOLOR. Restaurada la democracia, Julio Troxler se desempeñó como Jefe de la Policía de Buenos Aires durante la gestión como gobernador de Pedro Bidegain, hasta que dejó el cargo tras un intento de copamiento a la guarnición militar de Azul, el 19 de enero de 1974. “A los tres meses tuvo que renunciar por el bombardeo constante que recibía. Nos tiraban de todo, no se podía gobernar y entonces renunció”, recordó Leonor.
Sin embargo, Troxler continuó con su militancia. Fue delegado de Perón en Mar del Plata hasta que accedió a un cargo docente en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires. “En eso estaba cuando lo mataron. Fue una monstruosidad. Matarlo a Julito como lo mataron. Lo levantaron cuando bajaba del colectivo. Eran como las 12.30. Llegaron tres automóviles y bajaron cinco personas. Lo obligaron a subir en un auto color negro, lo hicieron poner con la cabeza abajo en el fondo y marcharon hasta los paredones del ferrocarril, en Barracas. Lo mataron y lo dejaron tirado ahí, a plena luz del día, con una tarjeta que decía ‘por bolche y mal argentino’. Porque todos éramos bolches”.
Las palabras le salen como frases sueltas, mezcladas con impotencia y dolor pero sin resentimiento. Así recuerda Leonor ese 20 de septiembre de 1974. El crimen fue perpetrado por la Triple A.
–¿Como siguió su vida después?
–Seguí luchando, más todavía, pero siempre en forma clandestina. Cuando lo mataron a Julito perdí la voz durante un tiempo. Dicen que siempre que pasa algo grave el cuerpo lo sufre de distintas maneras.
–¿Y hoy cómo lo recuerda?
–Lo recuerdo permanentemente como una persona a la que no podían desviar. Nadie lo compraba y por eso lo mataron. Cuando a Julito lo mandaban como representante a algún lado, viajaba en segunda, para no gastar, porque estábamos en la resistencia. Es que al dinero pocos se resisten, y él estaba con el pueblo, con el pueblo trabajador.

CRISTINA
El anteúltimo fin de semana de noviembre la encontró en San Pedro, donde la Presidenta de la Nación encabezó el acto por el Día de la Soberanía Nacional, en conmemoración por la Batalla de la Vuelta de Obligado.
“Estoy a muerte con Cristina, la admiro profundamente, porque es de una inteligencia preclara. Mirá cómo nos lleva con esto de la debacle económica mundial, algo que nosotros ya pasamos con Menem por toda la entrega que hizo”, afirma sin dudar.
Todos los días lee Página/12 y no se pierde ninguna emisión de 6-7-8, el programa de la televisión pública. A veces algún libro logra atrapar su atención. El jardín y las plantas del fondo también la entretienen de vez en cuando. Así pasa los días Leonor von Wernich, que a los 91 sigue siendo una militante.


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